Palo, ¿Y gol?
- Axel Battyán Padró
- 7 nov 2018
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 13 nov 2018
El inolvidable día en el que 'Nacho' jugó por primera vez con su abuela en la tribuna del Coloso del Parque.

Los alrededores del estadio Marcelo Bielsa todavía estaban vacíos. Los innumerables policías que dicen ‘presente’ en cada espectáculo deportivo de Rosario se estaban acomodando en sus lugares y las precarias vallas que se colocan frente a cada entrada eran un desorden. Faltaban 3 horas para el inicio del encuentro que medía a Newell’s frente a Tigre por el torneo local, pero las puertas ya se encontraban abiertas para que los hinchas ingresaran a las tribunas. Jugaba la reserva, aquel equipo compuesto por mayoría de pibes que sueñan con llegar a primera, con algún que otro ‘borrado’ del primer equipo que no quiere perder ritmo futbolístico. Una tradición bien argentina, ir a ver a las ¿Futuras figuras? de nuestro fútbol.
Cuando el árbitro dio comienzo al partido preliminar las banderas no abundaban, los bombos todavía no se escuchaban y los hinchas se limitaban a disfrutar del espectáculo. En la famosa 'visera’ que lleva el nombre del ‘Tata’ Martino estaban la mayoría de los asientos libres, aunque a lo lejos se veía uno ya ocupado. Una mujer mayor, con el pelo canoso y sin ninguna camiseta que la identificara con el club miraba el encuentro con especial atención.
Con el paso de los minutos, las personas comenzaban a arrimarse al estadio y se escuchaba la típica pregunta: “Che, ¿Cómo va la reserva?”. La señora, sin quitar la vista de la cancha, respondió un par de veces: “0-0, todavía no terminó el primer tiempo”. Tal y como marcaba el resultado, el partido era aburridísimo… Juego trabado en la mitad de la cancha, muchos pelotazos y apenas algún que otro jugador dispuesto a agarrar la pelotita para armar, al menos, una jugada de peligro en el arco rival. Pese a todo lo mencionado, la señora seguía viviendo un partido malísimo como si fuera el último de su vida.
Una mujer mayor, con el pelo ya canoso y sin ninguna camiseta que la identificara con el club miraba el encuentro con especial atención.
Durante el entretiempo, un par de curiosos se acercaron al sitio donde se encontraba la mujer. “Me vine desde Paraná a ver jugar a mi nieto, es ese que está ahí”, dijo ella con una sonrisa de oreja a oreja mientras señalaba el banco de los suplentes. Con la camiseta número 16, se movía junto a los demás suplentes a un costado de la cancha, mientras esperaba su momento para ingresar al campo de juego. No era su debut en reserva, ya que tenía varios partidos en la categoría, pero sí que se trataba de un momento especial. Era la primera vez que tendría la posibilidad de jugar con su abuela en la tribuna, que había recorrido más de 200 kilómetros y se emocionaba con el simple hecho de tenerlo ahí, sentado en el banco de suplentes del Coloso del Parque.
Cuando ya se jugaban más de 20 minutos del segundo tiempo, el técnico local llamó a uno de los relevos y comenzó a darle indicaciones. Con el partido 0-0, ‘Nacho’, como decía su abuela cada vez que lo nombraba, escuchaba atento las palabras del DT y estaba ya listo para entrar a la cancha. La voz del estadio anunció la modificación: “Cambio en Newell’s….”, ante los interminables aplausos de la señora: “Ese de ahí es mi nieto”, exclamaba sumamente feliz, porque el viaje para ella ya había valido la pena.
Nacho se paró sobre la banda derecha del ataque leproso e intentó, a pura velocidad, encarar al marcador de punta siempre que tomó la pelota. Sin embargo, pocas veces tuvo éxito en su misión y a pocos minutos del final llegó un baldazo de agua fría para él y sus compañeros. Con Newell’s mal parado, el ‘matador’ lanzó un contragolpe efectivo que terminó en gol de su delantero centro, que solo tuvo que empujar la pelota tras un centro a la cabeza. Era el 0-1 a favor del visitante, un resultado difícil de remontar porque quedaban apenas instantes para que finalizara el encuentro.
La señora, pese al gol en contra, aplaudió una y otra vez para dar aliento a los pibes ‘leprosos’, en especial a su nieto. En el banco de suplentes, el técnico local llamó a otro delantero y en una maniobra desesperada en búsqueda de la igualdad sacó a un defensor. Desde las tribunas, que ya empezaban a colmarse a poco tiempo de empezar el partido de primera división, bajaba el “Dale, dale Newell’s” con cada vez más ganas, canto al que la abuelita se sumaba mientras revoleaba su mano derecha con muchísima pasión.
La señora, pese al gol en contra, aplaudió una y otra vez para dar aliento a los pibes ‘leprosos’, en especial a su nieto.
Así, a puro empuje, los 11 jugadores pisaron el campo contrario y comenzaron a tirar centros una y otra vez en busca de un cabezazo salvador o una ‘carambola’ que termine en el fondo de la red. Ya en la última jugada del partido, con el área repleta de jugadores, la pelota le quedó después de varios rebotes a Nacho. Con su pierna más hábil, la derecha, hizo exactamente lo que pedía la jugada ante la atenta mirada de su abuela y de los presentes en el estadio: enganchó y le pegó cruzado directo al arco.
En las tribunas, su abuela y varios hinchas más se animaron a levantar los brazos antes de agarrarse la cabeza, antes de decir “uhhhhh…” y darse cuenta que el partido había terminado. El tiro de Nacho había pegado en el palo para luego perderse en el fondo de la cancha y el árbitro había sonado el silbato que indicaba el final del encuentro con victoria 1-0 del conjunto visitante.
Rápidamente los hinchas habían cambiado el chip y ya pensaban en el partido que a ellos realmente les importaba, pero no la abuela de Nacho. Ella se tomó el tiempo de aplaudir por varios minutos a todos los pibes de la reserva, principalmente a su nieto, que se iba con la cabeza gacha hacia los vestuarios sin siquiera mirar hacia la platea. La impotencia se podía observar en su cara… Había estado tan cerca del empate. Tan cerca de hacer el gol más importante de su corta carrera, y el palo le había dicho que no.
Ella se tomó el tiempo de aplaudir por varios minutos a todos los pibes de la reserva, principalmente a su nieto, que se iba con la cabeza gacha hacia los vestuarios sin siquiera mirar hacia la platea.
Sin embargo, con el paso de los minutos la tristeza se transformaría en alegría en el preciso instante en el que Nacho, ya bañado y cambiado, ingresó en la platea para encontrarse con su abuela. Aquella que se había venido desde Paraná para verlo, aquella que había sido la hincha número uno de la reserva durante la noche y no había parado de aplaudir pese a la dolorosa derrota. Lo único que se pudo escuchar por parte de ella fue: “Felicitaciones, querido, jugaste muy bien, estoy orgullosa de vos”.
Esa frase y un posterior abrazo cambiaron por completo la cara del pibe. La bronca y la seriedad desaparecieron y dieron paso a una gran sonrisa con los ojos visiblemente llorosos tras semejante demostración de afecto de su abuela. Tal vez se había dado cuenta que, en realidad, sí había logrado marcar el gol más importante de su corta carrera esa noche.
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