The Groundhogs, la pandilla de hip hop de Las Flores
- Fugitivos
- 2 may 2019
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Desde los espacios culturales que funcionan en el Centro de Convivencia Barrial, un grupo de jóvenes incursionaron en el rap, el breakdance y el grafitti.

Jóvenes que asisten al Centro de Convivencia Barrial (CCB) de Las Flores Este crearon una pandilla a la que denominaron The Groundhogs y con la que practican breakdance, grafitti y rap.
El proyecto hiphopero surgió en 2016 en los espacios culturales del CCB y creció con el trabajo y la decisión de sus integrantes.
“Nosotros éramos dos o tres haciendo parkour en las plazas del barrio hasta que nos enteramos del profe de breakdance en el CCB de Las Flores Este”, contó Roque, integrante del grupo junto a Miguel, Lombriz y Román.
“Fue una oportunidad para nosotros, porque yo quería aprender breakdance y si no hubiera estado este espacio tendría que haber aprendido por internet”, aclaró al referirse al taller que, junto al de graffiti y al de rap, forman parte de las propuestas culturales que funcionan en Las Flores.
“El breakdance es para las personas que no se rinden”, afirmó Roque, al explicar la dedicación y el estilo de vida que adoptaron desde que comenzaron a practicarlo. También reconoció que conformar el grupo los alejó de otro tipo de influencias.

“En algún momento, los demás chicos del barrio que comparten la plaza cuando vamos a entrenar se pasaron tardes burlándose de nosotros. Nos decían que éramos esto o aquello por estar practicando y no fumando o drogándonos con ellos”, recordó, al tiempo que aseguró que, a pesar de ello, se sienten contenidos y consideran positiva esta forma de vivir.
La banda se conformó en 2016 y desde ese entonces los chicos se fueron sumando hasta consolidarse como pandilla en el barrio. Hacer referencia a una pandilla para hablar de grupo de pertenencia es muy importante para la cultura hip hop: entre ellos se cuidan y se respetan, pero por sobre todo crecen juntos.
En esas pandillas los chicos se unen para que su grupo pueda vencer a otros en las riñas callejeras, que son peleas en las que la violencia se convierte en expresión artística, a través del baile o a través de las palabras puestas en rimas y gana quién más elocuente y creativo es en el momento.
A fines de 2017 llegó Zeta, un profe que trajo al grupo más disciplina y rigurosidad. “No es fácil sostenerse de manos, hay que estar entrenado. Una vez me fracturé porque no había precalentado con el grupo”, afirmó Román.
Así, los chicos comenzaron a prepararse físicamente, y a sacar los equipos de música a los parques del barrio para practicar afuera.
La primera chica que integró el grupo fue Agustina, pero al poco tiempo abandonó el proyecto. “La religión no le permitía bailar”, contaron Lombriz y Román, quienes querían incorporarla al staff de breakdance permanente. Al poco tiempo, otra adolescente con el mismo nombre se sumó a los Groundhogs.
“Ellas estaban muy enganchadas, y decidimos ir a hablar con sus padres para que las dejaran venir a bailar. Nos dijeron que sí por un tiempo, hasta que empezamos a teñirnos el pelo”, precisó Lombriz, dando cuenta de la mirada que generaban entre la gente del barrio.
“A veces los demás te juzgan sin conocer nada de lo que hacemos”, continuó Román. “Lo ideal sería que vean lo que hacemos, que conozcan un poco de la dedicación que ponemos en todo esto”, agregó Lombriz, en tanto explicó que para llevar adelante su intención de crecer en el freestyle lee libros enteros, se preocupa por buscar en el diccionario las palabras que no conoce y mantiene una actitud de ilustración casi inflexible para lograr su objetivo.
(Fuente: rosarionoticias.gob.ar)
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